Semana 4

 Todo el tiempo del mundo


Por: Santiago Ballén


Últimamente he pensado mucho sobre el tema de las gratificaciones. Creo que han puesto un gran problema sobre la mesa o simplemente estoy siendo pesimista. Estoy hablando de las gratificaciones que se reciben en redes sociales. Pero primero hablemos de las que son fuera de la internet. Las gratificaciones son pequeñas recompensas que se le dan a una persona y le causa satisfacción y complacencia. Se podría decir que la dopamina está involucrada. Sabemos que esta hormona nos causa placer. Los que consumen sustancias psicoactivas se vuelven adictas a esta sensación.


Volviendo a las gratificaciones, me di cuenta que este fenómeno o teoría es utilizada por el profesor en las clases de Investigación Social. Él sabe que nuestra atención estará en la clase si pone a nuestra disposición una recompensa o regalo, que, en este caso, son dulces. Dulces que traemos como un castigo. Es un situación extraña, porque si no prestas atención tendrás que traer premios para que otros sí lo hagan. Así que, nosotros estaríamos actuando según un instinto humano: Haces algo y recibes algo. “Ustedes ya se tomaron muy en serio el tema de recibir recompensas”, mencionaba el profesor. Debo aceptar que también caigo en esta trampa, porque  me ofrecí a leer una bitácora solo porque esto resultaba en un BomBomBun. 


Pero pensemos en el porqué. Por qué nuestra atención se ve tan afectada. Según un estudio, hemos reducido nuestra capacidad de concentración. Y quien parece nuestro mejor amigo es el causante de esta situación. El uso que le damos a nuestro celular está dejando consecuencias negativas en nuestra conducta. La semana pasada en Bioética vimos un documental sobre cómo una persona moderna se le dificulta concentrase en una tarea si al mismo tiempo escucha el sonido de notificaciones de su smartphone. En el mismo estudio, se encontró que nuestro pulso aumenta cuando escuchamos este sonido e incluso libera adrenalina. El sujeto, aunque sabía que era una situación controlada, sufría las consecuencias del experimento. Este experimento determinó que la adicción a las pantallas es una realidad que no estamos tomando en serio. Por ejemplo, cuando me siento a hacer un trabajo tengo que apagar el internet para que no me llegue ninguna notificación. 


De vuelta a las gratificaciones, nuestra vida se está reduciendo a recibirlas en nuestro celular. Recibimos dopamina al responder a una notificación, recibimos dopamina al mirar un video de TikTok, recibimos dopamina al dar me gusta y recibirlo, recibimos dopamina al comentar, recibimos dopamina cuando alguien nos sigue. Nos encontramos en un bucle de querer recibir estímulos. Ya no recibimos dopamina por hacer algo realmente importante que construya nuestras vidas. No estamos recibiendo dopamina al aprender algo nuevo, al dibujar, cantar, terminar un libro físico, hacer ejercicio. Todo lo queremos para ya. Parecemos un adicto que busca más y más. Según una investigación de la Universidad San Pablo CEU, en España, estamos en redes sociales por cuatro variables: Diversión, Identidad personal, Relaciones personales y Vigilancia. Claramente, el ocio es una de estas variables. En lo personal, pienso que en mis tiempos libres puedo estar haciendo actividades que liberen mi creatividad, pero en muchas ocasiones me encuentro estancado en una red social. Por otro lado, con respecto a la segunda variable, para nosotros es toda una hazaña que alguien nos reconozca, nos complace saber que alguien nos ve y nos escucha. Así, las redes sociales nos permiten estar conectados y generar vínculos sociales con aquellos que quieren saber de nosotros. Finalmente, Vigilancia se refiere a la necesidad de informarse, de no estar desactualizado. Estas cuatro variables nos están manteniendo la vista frente a una pantalla que, en muchas ocasiones, realmente no aporta nada a nuestra vida. 


Hay veces que pienso que mi mente se siente agotada, incluso tostada. ¿Hasta qué punto no estamos dejando liberar todo nuestro potencial solo por querer ver un nuevo video en TikTok? Incluso estas redes nos conocen mejor que nosotros. 


“Google, o alguna compañía de ese estilo, tomará las principales decisiones sobre la salud, sobre los niños o sobre nosotros. Lo mismo puede pasar en otros campos de la vida, incluso la vida romántica. Si un algoritmo te monitoriza todo el tiempo, te conoce mejor que tú”. YUVAL NOAH HARARI


Terminando mi discurso, puedo decir que recibir gratificaciones en la vida real es algo importante. Me sentí muy contento cuando quedé en tercer lugar en un Kahoot, lo que me llevó a ganar una dona. Pero me pongo a pensar en cómo quisimos engañar al salón. Queríamos venderles la idea de que nuestro premio sería un caja de chicles. Y me pregunto, ¿dejamos de prestar atención a lo que no nos genera una satisfacción? Cuando estamos “scrolleando” en nuestro celular si no nos gusta un video, simplemente lo pasamos. ¿Estaremos haciendo esto en nuestras vidas? ¿Qué estamos haciendo con nuestro tiempo? ¿Algún día llegará la cruda realidad de pensar que perdimos el tiempo? Bueno, solo sé que la caja de chicles podía no ser suficiente, pero donas sí lo fueron. Porque finalmente dimos donas. 


Lo interesante de toda esta reflexión es que podríamos hacer una investigación con lo que aprendimos en clase. Con el uso de la etnografía virtual podríamos entender por qué nos comportamos como nos comportamos. Podríamos entender mejor esta realidad que crece cada día más. Podríamos comprender el futuro que le espera a los niños. Podríamos saber a qué nos enfrentamos y cómo combatirlo. Tal vez, solo tal vez estoy siendo muy fatalista. Pero eso lo sabremos en un par de años, en el correr del tiempo.


Quiero seguir con mi tradición de dejar una frase de reflexión para el final de la bitácora. Primero, porque me ayuda a completar el número de palabras. Segundo, porque -para los que me conocen y no me conocen- me gusta pensar, filosofar y preguntarme cosas. Así que, espero que con esta frase piensen algo o no piensen nada (eso, de igual manera, está bien). 


“Todas mis posesiones por un momento más de tiempo” (Isabel I)


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